Alrededor del 50% de las parejas son infieles (ambos por igual). La infidelidad puede ocurrir en algún momento de su vida o quizás durante un largo periodo de la misma. Hay casos en los que uno de ellos sigue con su pareja y vive esa parte oculta con total dedicación, sabiendo poner cada cosa, en el lugar que a ellos les conviene, luchando por mantener la familia unida y construyendo cada día la farsa de su matrimonio. Otras, tienen relaciones abiertas y saben implícitamente que cada uno tiene su tiempo de “ocio” del que no se hablará pero que hará que sigan juntos con un proyecto común, como si de una empresa se tratase. Luego están las que a través de una infidelidad han conocido a su nueva pareja o su gran amor y por último, las que un ligero toque de infidelidad, hace que, de alguna manera, cambien las cosas. A esas, es a las que hoy me dedicaré.
¿Caca de pollo o ensalada de pollo?
En la vida, aunque no lo creamos, podemos elegir qué tipo de relación tener. Una relación que sea caca de pollo, o por el contrario, ensalada de pollo. El problema aparece cuando la que era ensalada de pollo se convierte en caca de pollo. ¿Seguirá siendo caca de pollo para los restos, o podremos reconvertirla?
Cuando el amor comenzó, todo era maravilloso, grandes pasiones dentro y fuera de la intimidad, deseando vivir juntos y compartir esos amaneceres. Imaginando como sería la rutina, esa maravillosa rutina, uno preparando el café y el otro poniéndote la tostada en la boca. Pasó el tiempo, la pasión fue muriendo, las cotidianeidades naturales mataron todo deseo o ganas desenfrenadas del otro. Los problemas laborales, económicos o familiares hicieron que donde hubo escucha y candidez, quede frialdad y ausencias. Los silencios del salón donde sólo se oye la tele se suman día a día. Os miráis, quizás uno se dio cuenta, quizás los dos, pero pensáis que es lo que toca y que la otra persona envejecerá contigo. Os acomodasteis en no sentir y en estar.