Me resigno; me esclavizo a la situación, me ato
a ella, me bloqueo en mi vida, ya que creo que esto es lo que me ha tocado
vivir y no busco más opciones.
La base
de la resignación es lo que en psicología se conoce como la Indefensión
Aprendida. Descubierta en 1965 por el psicólogo Martin Seligman mientras
estudiaba el comportamiento de los perros. En el experimento, que fue diseñado
para ser una variación del famoso experimento de “condicionamiento clásico” de
Pavlov. Seligman, utilizando dos perros dentro de una jaula, les daba descargas
eléctricas sin motivo aparente. Uno de ellos, tenía la posibilidad de cortar la
corriente con un golpe de hocico, pero el otro no. El primer perro, se mantuvo
la alerta y cortaba la energía, mientras que el segundo vivió asustado,
nervioso y cayó en una depresión. Su actitud fue de completa indefensión, aun
cuando cambiaron las condiciones y ya tenía la posibilidad de cortar la
corriente, NO LO HIZO.
Muy
a menudo en consulta, tras diferentes situaciones que acontecen a pacientes, recurro
a explicar aquello que les sucede, mediante el resumen de lo que en los libros
de texto tuve que estudiar de forma mucho más extensa. Por algún motivo y por
situaciones diferentes se sienten mal y que, además, el escenario de su vida,
no depende de ellos. Ya sea por cómo le/a trata su pareja, por cómo se sitúa en
la familia, por la relación con su jefe/a, por la frustración que vive en su
trabajo, por cómo son sus hijos, por su estado de salud… la tristeza, la
resignación, el malestar constante rigen su vida, sin fuerzas o como un/a
autómata, van avanzando en la vida sin sentir que pasan por ella. Las ilusiones
son cada vez menores, sonríen sin sentir y el peso de la carga que llevan
encima los anula. La depresión se ha convertido en su compañera de viaje.
Piensan: “al fin y al cabo, no puedo hacer nada…” pero, ¿es realmente así?
¡Llega
el momento de decir BASTA! Recuerda
quien eras, cómo te sentías cuando eras feliz, cuando sonreías desde dentro.
Piensa en cómo quieres que te traten, hazte respetar, haz hasta donde realmente
puedas sin que te afecte a tu vida personal. De acuerdo que hay circunstancias
especiales que hay que sobrellevar, crisis temporales debidas a situaciones
particulares, sabiendo que pasado un tiempo de esfuerzo la meta merecerá la pena,
pero calcula bien tus energías, es una relación de coste beneficio, medítalo
bien y acepta. Desde el momento de la aceptación todo cambia, es lo que hay y
con lo que hay, voy a ser feliz. Si mi trabajo no me gusta y me frustra, ¿puedo
cambiarlo?, si no he buscado no lo sabré, si no he buscado, ¡cómo lo voy a
saber!, si he buscado y no encuentro nada, es que algo bueno tiene el que
tengo, algo me aporta que no quiero dejar, una economía, un horario, que me
permiten vivir mejor que el otro, ¿entonces…? Si tu pareja no te trata como
quisieras, porque tiene un carácter no muy compatible con el tuyo, háblalo, si
las cosas no mejoran, valora, ¿cuánto te compensa? puede que tenga muchas cosas
buenas, y la balanza compense, quizás su educación es bastante diferente a la
tuya, o tu eres más sensible de lo normal, pueden ser tantas cosas…aprended a
trataros, a quereros bien, que lo positivo aumente para que compense lo no tan
positivo. Y si no hay mucho positivo, ¿qué te hace permanecer en esa relación?
Como
vemos, todo es relativo en la vida de una persona, hay muchas variables que
afectan al día a día. El cómo nos enfrentamos a situaciones reiteradas que nos
hacen daño viene de un aprendizaje, de un miedo, de intentar que el otro esté
bien. ¿Dónde estamos nosotros en ese encuadre?, simplemente no estamos. Llega
el momento de despertar, de empezar a luchar por nosotros, no por nadie más,
sólo nosotros. Llega el momento de ser felices, porque nos lo merecemos, busca
el sano equilibrio, acepta y compensa, porque si no …¿hasta cuándo te ves en
viviendo en la misma situación?
*Ana Ortiz. Psicóloga y Terapeuta.
artículo publicado en el periódico El DIA en mayo del 2017
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