Del
“me encanta como eres”, al “deberías de cambiar eso” pasan apenas unos meses en
la vida de la pareja. Al principio es fácil, la droga del amor hace que
idealicemos a la pareja y la veamos como algo realmente perfecta, lo que dice,
cómo lo dice, cómo se mueve, sus gestos, sus gustos… ¡Sí, hasta un suspiro sale
al recordarlo!
Es
socialmente aceptado, y hasta como si de una bandera o ideología política se
tratase, el hecho o la frase de que quien te quiera deberá de quererte tal y como
eres, te aceptará y no intentará cambiar nada de ti. ¡Pero es, socialmente, tan
falso!
Casi
todas las parejas cuando empiezan intentan enseñar sus mejores actitudes y
aptitudes, se muestran como un pavo real cuando abre su cola, queriendo
encandilar, sorprender y dejar absolutamente enamorado a su compañero de juego
y, para ello, harán de todo. Pero, entonces, ¿qué pasará después?
Hay
estudios que demuestran que cuanto más mejorada sea la visión que se tiene de la
pareja existen más posibilidades de que ésta perdure, quizás ese feedback
constante hace que la autoestima del ser amado mejore gracias a su enamorado.
Pero, ¿y si las palabras que se reciben no son justamente de aumento de autoestima?,
¿y si más bien son de cómo deberían de ser, cómo deberían comportarse y hasta lo
que deberían pensar en determinadas circunstancias? Quizás tampoco sean malas
palabras, podrían ser mensajes velados bajo diferentes actitudes o situaciones
que hacen que se sientan extraños, fuera de lugar o, incluso, presionados.
También
existen parejas en las que uno de ellos observa cosas que no le gustan pero
decide que ya las irá cambiando, que con el tiempo él o ella harán que esa
persona “sea mejor” con un ligero cambio, ya sea físico o de personalidad.
Seguro
que existen muchos más casos y ejemplos para traer hoy aquí, las preguntas
quedan abiertas porque cada situación es diferente porque cada pareja así lo es.
Lo único que de forma genérica deberíamos saber es que todos estamos en
constante cambio, nunca somos los que éramos hace cinco años y no seremos los
mismos dentro de dos. La vida, a través de la adaptación a las circunstancias
y las experiencias, hace que se produzca
este cambio, todo se pule y se moldea. Ahora bien, es también cierto que, una
cosa es cambiar hacia mejor, creciendo como persona, sintiendo el cambio como
parte de tu propia evolución,… y otra cosa es que la pareja proyecte en el otro
sus necesidades e inseguridades para hacer de su pareja “el contenedor de sus
frustraciones”. Es en estos casos cuando tendría que salir una señal de alarma
en cualquier ser humano para poder parar ese intento de (no) querer. Tal como
propone Bucay la pareja debería de quererse así:
"Quiero que me oigas, sin juzgarme.
Quiero que opines, sin aconsejarme.
Quiero que confíes en mí, sin exigirme.
Quiero que me ayudes, sin intentar
decidir por mí.
Quiero que me cuides, sin anularme.
Quiero que me mires, sin proyectar tus
cosas en mí…
Quiero que me abraces, sin asfixiarme.
Quiero que me animes, sin empujarme.
Quiero que me sostengas, sin hacerte
cargo de mí.
Quiero que me protejas, sin mentiras
Quiero que te acerques, sin invadirme…
Quiero que conozcas las cosas mías que
más te disgusten,
que las aceptes, y que no pretendas
cambiarlas.
Quiero que sepas que hoy, por lo menos
hoy, tú puedes contar conmigo…
Sin condiciones
Sabias palabras que llenan el corazón cuando las
leemos. De alguna manera el ser humano idealiza esa forma del querer, le
gustaría poder amar así y ser amado de la misma manera. Cada frase transporta a
situaciones vividas en primera persona, pero no nos hace ver cuándo uno no lo
ha hecho. Es fácil decir cómo te deben amar, pero no lo es cuando debemos
aprender a amar a nuestro conyugue. Hay días buenos que se consigue. Hay días malos
que no. Además, siempre existe el resentimiento, y los hechos encadenados donde
no se dio esa maravillosa forma de amar hacen que la pareja esté en actitud
defensiva o precavida intentando no ser herida por la persona en la que ha
depositado todo su amor y confianza.
¿Cómo conseguirlo?
Será vital intentar conseguirlo cuando nos
sintamos bien con nosotros mismos, ¿cómo vamos a aceptar y querer al otro si no
nos aceptamos y nos queremos a nosotros mismos? El principal camino del amor
empieza en nosotros, estando en paz y satisfechos, desde ahí brota esa emoción
tan compleja y maravillosa como lo es el amor.
Con esa actitud y desde la serenidad podremos amar y aceptar, desde la
empatía y la paciencia se conecta mejor con tu pareja, se comprende y se entiende.
Juntos hacia una evolución, juntos andando por la vida, con los baches y las
trampas que se encuentran, pero ambos en el mismo camino, a veces tirando uno,
otras el otro, para llegar, o intentar llegar a la misma meta, LA FELICIDAD.
¿Os apetece intentarlo?
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