viernes, 14 de octubre de 2016

(No) Te quiero como eres.


Del “me encanta como eres”, al “deberías de cambiar eso” pasan apenas unos meses en la vida de la pareja. Al principio es fácil, la droga del amor hace que idealicemos a la pareja y la veamos como algo realmente perfecta, lo que dice, cómo lo dice, cómo se mueve, sus gestos, sus gustos… ¡Sí, hasta un suspiro sale al recordarlo!
 
 
Pero, de repente, llega un día en que algo pasa, una aspereza, una mala palabra,… y es cuando, sin darnos cuenta, entra de golpe una dosis de realidad en la nueva pareja comenzando así el juego del desmonte y remonte para saber si esa persona es realmente la que elegiremos para compartir el resto de nuestra vida.
 
Es socialmente aceptado, y hasta como si de una bandera o ideología política se tratase, el hecho o la frase de que quien te quiera deberá de quererte tal y como eres, te aceptará y no intentará cambiar nada de ti. ¡Pero es, socialmente, tan falso!
Casi todas las parejas cuando empiezan intentan enseñar sus mejores actitudes y aptitudes, se muestran como un pavo real cuando abre su cola, queriendo encandilar, sorprender y dejar absolutamente enamorado a su compañero de juego y, para ello, harán de todo. Pero, entonces, ¿qué pasará después?
 
Hay estudios que demuestran que cuanto más mejorada sea la visión que se tiene de la pareja existen más posibilidades de que ésta perdure, quizás ese feedback constante hace que la autoestima del ser amado mejore gracias a su enamorado. Pero, ¿y si las palabras que se reciben  no son justamente de aumento de autoestima?, ¿y si más bien son de cómo deberían de ser, cómo deberían comportarse y hasta lo que deberían pensar en determinadas circunstancias? Quizás tampoco sean malas palabras, podrían ser mensajes velados bajo diferentes actitudes o situaciones que hacen que se sientan extraños, fuera de lugar o, incluso, presionados.
 
También existen parejas en las que uno de ellos observa cosas que no le gustan pero decide que ya las irá cambiando, que con el tiempo él o ella harán que esa persona “sea mejor” con un ligero cambio, ya sea físico o de personalidad.
 
Seguro que existen muchos más casos y ejemplos para traer hoy aquí, las preguntas quedan abiertas porque cada situación es diferente porque cada pareja así lo es. Lo único que de forma genérica deberíamos saber es que todos estamos en constante cambio, nunca somos los que éramos hace cinco años y no seremos los mismos dentro de dos. La vida, a través de la adaptación a las circunstancias y  las experiencias, hace que se produzca este cambio, todo se pule y se moldea. Ahora bien, es también cierto que, una cosa es cambiar hacia mejor, creciendo como persona, sintiendo el cambio como parte de tu propia evolución,… y otra cosa es que la pareja proyecte en el otro sus necesidades e inseguridades para hacer de su pareja “el contenedor de sus frustraciones”. Es en estos casos cuando tendría que salir una señal de alarma en cualquier ser humano para poder parar ese intento de (no) querer. Tal como propone Bucay la pareja debería de quererse así:
 
"Quiero que me oigas, sin juzgarme.
Quiero que opines, sin aconsejarme.
Quiero que confíes en mí, sin exigirme.
Quiero que me ayudes, sin intentar decidir por mí.
Quiero que me cuides, sin anularme.
Quiero que me mires, sin proyectar tus cosas en mí…
Quiero que me abraces, sin asfixiarme.
Quiero que me animes, sin empujarme.
Quiero que me sostengas, sin hacerte cargo de mí.
Quiero que me protejas, sin mentiras
Quiero que te acerques, sin invadirme…
Quiero que conozcas las cosas mías que más te disgusten,
que las aceptes, y que no pretendas cambiarlas.

Quiero que sepas que hoy, por lo menos hoy, tú puedes contar conmigo…

Sin condiciones

Sabias palabras que llenan el corazón cuando las leemos. De alguna manera el ser humano idealiza esa forma del querer, le gustaría poder amar así y ser amado de la misma manera. Cada frase transporta a situaciones vividas en primera persona, pero no nos hace ver cuándo uno no lo ha hecho. Es fácil decir cómo te deben amar, pero no lo es cuando debemos aprender a amar a nuestro conyugue. Hay días buenos que se consigue. Hay días malos que no. Además, siempre existe el resentimiento, y los hechos encadenados donde no se dio esa maravillosa forma de amar hacen que la pareja esté en actitud defensiva o precavida intentando no ser herida por la persona en la que ha depositado todo su amor y confianza.
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¿Cómo conseguirlo?

Será vital intentar conseguirlo cuando nos sintamos bien con nosotros mismos, ¿cómo vamos a aceptar y querer al otro si no nos aceptamos y nos queremos a nosotros mismos? El principal camino del amor empieza en nosotros, estando en paz y satisfechos, desde ahí brota esa emoción tan compleja y maravillosa como lo es el amor.  Con esa actitud y desde la serenidad podremos amar y aceptar, desde la empatía y la paciencia se conecta mejor con tu pareja, se comprende y se entiende. Juntos hacia una evolución, juntos andando por la vida, con los baches y las trampas que se encuentran, pero ambos en el mismo camino, a veces tirando uno, otras el otro, para llegar, o intentar llegar a la misma meta, LA FELICIDAD.

¿Os apetece intentarlo?

 

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